
Han pasado más de veinte años desde que Alfonso Cuarón nos soltó en la cara Y tu mamá también, esa road movie calenturienta que nos vendieron como “un retrato de la juventud mexicana” pero que, en realidad, utiliza la historia de dos pubertos con las hormonas desatadas y una española que (a sus ojos) no tenía nada mejor que hacer para mostrar un México social y político a principios del Siglo XXI. Hace unos días, la Yegua Amada y un servidor nos la echamos por primera vez en mas de veinte años, con ojos de adultos y no de escuincles a punto de empezar el viaje.
Sí, sí, la fotografía es preciosa (gracias, Lubezki), la narrativa en off nos deja pensando en las tragedias invisibles de México, y la química entre Diego Luna y Gael García Bernal es innegable. Las referencias de los apellidos son grandiosas, con Iturbide, Zapata y Carranza haciendo homenaje a personajes históricos mexicanos con trasfondos similares a los de los personajes, mientras que Luisa, la española, lleva por apellido Cortés, recordándonos a Hernán. Pero seamos honestos: la película parece básicamente un pretexto para ver cómo dos adolescentes descubren el sexo y la tristeza al mismo tiempo, dejando de lado la impresionante narrativa que Cuarón logra de un país lleno de desigualdades, contrastes sociales, falta de oportunidades, y machismo mexicano, temas que apenas se distinguen en el trasfondo, o que, probablemente, no les puse atención cuando la ví por primera vez hace 24 años. Ahora, a mis ya más de cuatro décadas, entiendo ciertos mensajes que transfiere la película, con la madurez que me han dado los años (espero) y la paternidad.
Pese a su controversia, la película fue un éxito crítico y comercial, ganando el premio al Mejor Guion Original en el Festival de Venecia de 2001, además de recibir nominaciones al Oscar y al BAFTA por Mejor Guion Original. También obtuvo múltiples premios Ariel, incluyendo Mejor Dirección y Mejor Actor para Gael García Bernal. En otras palabras, Y tu mamá también se convirtió en un referente del cine mexicano contemporáneo y consolidó a Cuarón y Lubezki como fuerzas creativas a nivel mundial.
Cuarón, con su estilo de cámara en mano y sus diálogos naturales, realistas y contemporáneos, nos hace creer que estamos espiando la vida real, lo cual ha seguido haciendo magistralmente hasta llegar a Roma. Es una película sobre el despertar sexual, sí, pero también sobre la desigualdad de clases, sobre el México que se vive fuera de los antros fresas de la CDMX y sobre cómo las vacaciones de los privilegiados pueden chocar con la miseria cotidiana del país, donde 350 pesos son más que suficiente para que un pescador deje la pesca un día entero y 75 pesos incluyen hospedaje, comida y utilidades. La película nos muestra un México donde el clasismo es tan cotidiano que sus protagonistas ni siquiera lo notan, hasta que se ven forzados a confrontarlo de manera tangencial. Tenoch, el personaje de Luna, proviene de una familia con altas conexiones políticas y dinero de sobra, que juega a ser alternativo pero en el fondo gusta de los privilegios que le brindan el ser beneficiado por el sistema; hoy en día sería un “rebelde de Starbucks”. Julio, el personaje de García Bernal, es un chavo que proviene de una familia mucho menos privilegiada, (clase socioeconómica C dirían los economistas), que se aprovecha de las comodidades que le brinda su amistad con Tenoch (“¿Y qué? ¿Vas a llorar? Todos saben que tu papá roba.”), y con menos prejuicios que su “Charolastra”, y sirve de contraste para resaltar a una clase media que lo intenta pero no siempre lo logra, y que juega a ser igual que Tenoch compartiendo vivencias y relajo. La relación entre ambos es una danza de envidia, lealtad y rivalidad, cargada de una tensión social que acaban sin poder ignorar. Su relación, además es subrayada por la presencia de Luisa (Maribel Verdú), una mujer que les muestra lo poco que realmente entienden de la vida y que, además, sirve como una crítica a la misoginia y el machismo que permea en la sociedad mexicana y la poca atención que solemos poner a los problemas de la gente que nos rodea.

Este machismo en Y tu mamá también no solo se ve en la forma en que los protagonistas hablan de las mujeres, reduciéndolas a objetos de deseo y conquista, sino en la manera en que Luisa es tratada como una fantasía que existe únicamente para su despertar sexual. Su propio dolor y tragedia personal quedan en segundo plano, reflejando cómo en México las mujeres siguen siendo vistas, incluso en la actualidad por un amplio sector de la población, como herramientas para la evolución de los hombres, sin que sus historias y sufrimientos tengan el mismo peso, como se puede ver claramente en la escena en la que Luisa termina su relación con Jano en una cabina telefónica mientras Tenoch y Julio juegan futbolito despreocupadamente.
El uso de la voz en off, interpretada por Daniel Giménez Cacho, es una de las herramientas más brillantes y significativas de la película. No es un simple recurso narrativo, sino una estructura que desmantela la percepción de los protagonistas y la reemplaza con una visión más cruda y objetiva de la realidad mexicana. Mientras Julio y Tenoch viven su viaje como una aventura de autodescubrimiento, el narrador nos recuerda constantemente que el mundo que habitan está lleno de desigualdades y tragedias que ellos prefieren ignorar. Cada intervención de la voz en off introduce una capa de ironía y desolación, exponiendo los contrastes entre la juventud privilegiada y la lucha cotidiana de aquellos que apenas sobreviven en el país. Los destinos trágicos de los personajes secundarios, como el mecánico que muere en un accidente, o la mención de comunidades marginadas que apenas reciben atención del Estado, refuerzan la idea de que el verdadero relato no es el de los adolescentes descubriendo su sexualidad, sino el de un México roto que sigue funcionando pese a sus fracturas. En ese sentido, Y tu mamá también es mucho más que una simple coming-of-age story: es un espejo incómodo de una nación en crisis, donde la desconexión entre clases es tan grande que ni siquiera los protagonistas logran ser conscientes de su propia arrogancia.
Es una lástima que, para muchos, la película se haya reducido a la anécdota del trío y las escenas de sexo, perdiéndose así la profundidad de su comentario social.
México: la misma historia con diferentes colores

Si bien han pasado más de dos décadas desde el estreno de la película, en lo esencial México sigue siendo el mismo. La vigencia de la crítica social que nos presenta Cuarón podría haberse hecho en este 2025, ya que si viajáramos en Calandria por las carreteras de nuestro país (cosa que no hacemos por la inseguridad existente), seguiríamos viendo los mismos paisajes, físicos y sociales. Los partidos políticos han cambiado, las caras en el poder son otras, pero la desigualdad, la corrupción y la violencia siguen siendo las protagonistas de la vida nacional. En 2001, el país estaba apenas digiriendo la transición democrática con Vicente Fox en la presidencia, dejando atrás los más de setenta años del PRI en el poder. Sin embargo, la promesa de cambio se quedó en meras ilusiones, y lo mismo pasó con cada nuevo gobierno: Calderón y su guerra contra el narco, Peña Nieto y su incapacidad para ocultar los escándalos de corrupción, y el actual morenismo de la 4T que, si bien ha promovido una narrativa de transformación y justicia social, no ha logrado cambios estructurales que realmente erradiquen los problemas históricos del país. La militarización de la seguridad pública, el crecimiento de la violencia y la persistente falta de acceso a oportunidades para las clases más bajas siguen afectando al país, mientras que la retórica oficial insiste en que todo está mejorando. La concentración de poder en la figura presidencial, el debilitamiento de instituciones autónomas y la polarización política han marcado el morenismo, dejando dudas sobre si realmente se está construyendo un México más justo o si solo estamos ante una nueva versión del viejo régimen con distinto nombre. Esto hace que las imágenes presentadas en Y tu mamá también sigan siendo las mismas hoy en día.
Las cifras actuales no dejan lugar a dudas. La desigualdad en México sigue siendo alarmante, con el 10% más rico del país concentrando más del 57% de la riqueza total. (inegi.org.mx). El machismo también sigue presente: en 2024, México registró 3,800 feminicidios, una cifra que evidencia la violencia sistemática contra las mujeres. (elpais.com)
Las crisis siguen, los políticos cambian de máscaras y la desigualdad social no es un tema del pasado. En ese sentido, la película sigue actual, aunque ahora el concepto de “carretera mexicana” nos hace pensar más en baches intransitables y narco-retenes que en aventuras de autodescubrimiento adolescente.

Si Y tu mamá también se hubiera filmado este 2025, la tecnología cambiaría profundamente la dinámica de la historia. Para empezar, los personajes no dependerían de mapas físicos ni pedirían indicaciones a desconocidos en la carretera; simplemente usarían Google Maps o Waze. La espontaneidad del viaje se vería reducida porque cualquier rincón escondido ya estaría reseñado en TripAdvisor o documentado en TikTok, y tendrían reservaciones hechas a través de Expedia en cada pueblo que visitan.
Las redes sociales también transformarían la privacidad del trío protagonista. En la película original, su aventura se desarrolla en un relativo aislamiento, pero en 2025 cada momento del viaje podría ser transmitido en Instagram o TikTok, restando intimidad a la exploración personal. Además, los protagonistas probablemente estarían revisando sus teléfonos constantemente, respondiendo mensajes de WhatsApp o publicando selfies, lo que afectaría la profundidad de su interacción cara a cara.
El machismo retratado en la película también podría generar un debate más inmediato en redes sociales. Comentarios como los que hacen Julio y Tenoch sobre las mujeres o su “decálogo del Charolastra” serían fácilmente viralizados y cuestionados en Twitter, evidenciando cómo el discurso ha cambiado en ciertas esferas, aunque la misoginia estructural siga presente.
El desprendimiento de los sentimientos de Luisa no sería tan claro, porque seguramente ella hubiera estado en conversación constante con Jano a través de WhatsApp, restando al potencial de diálogo y convivencia que viven los personajes en el automóvil.

En cuanto a la crítica social, las desigualdades seguirían vigentes, pero con más datos a la mano. Luisa, en lugar de simplemente observar la pobreza de los pueblos por los que pasan, podría leer estadísticas en su celular sobre la marginación en Oaxaca o la precariedad de los trabajadores del campo. Sin embargo, esa misma tecnología también podría convertirlos en testigos de una realidad más cruda, ya que en 2025 las noticias de violencia y corrupción llegan en tiempo real a cualquier pantalla.
En esencia, aunque la tecnología haría la historia más inmediata y mediada por pantallas, la crítica de fondo seguiría siendo relevante. La brecha de clases, el machismo y la falta de cambios en México aún serían los verdaderos protagonistas de la película. Lo que sí se mantiene intacto es la sensación de nostalgia que deja la película. Más allá de las escenas de sexo y los monólogos de Giménez Cacho, Y tu mamá también sigue siendo un recordatorio de que la juventud se va en un suspiro y de que, al final, el verdadero villano es potencialmente la realidad mexicana. ¿Es una obra maestra de Cuarón? Tal vez. ¿Es un chaquetazo emocional? Sin duda. Pero, como dice la película, “La vida es como la espuma, por eso hay que darse como el mar”: en la vida, hay que disfrutar del viaje aunque sepamos que el destino es incierto.