El Vaticano se quedó sin su argentino favorito (y no es Messi), y el mundo sin el único Papa que sabía usar un meme.

Ciudad del Vaticano (o más bien, del fin del mundo) – En una jugada que nadie pidió pero todos temíamos, el Papa Francisco decidió decirle adiós a este plano terrenal. Y no, no fue un retiro espiritual a las montañas del Tíbet ni se fue a grabar un disco con Shakira y Bizarrap. El pontífice número 266 se nos fue para siempre, y ahora el cielo tendrá más mate, más tango, y probablemente más discusiones significativas.
Con 88 años (aunque siempre parecía tener alma de pibe de 30 cuando hablaba con los jóvenes), Jorge Mario Bergoglio falleció este lunes—eso sí, con estilo. Tal vez incluso pidió que no lo velen con tanto oro y circo, porque si algo le molestaba, era el lujo innecesario. Lo imagino en el cielo discutiendo con San Pedro sobre por qué hay puertas doradas cuando con eso podrían haber armado comedores.
Un Papa distinto… más que humano
Nacido en Buenos Aires en 1936, Jorge Mario Bergoglio empezó como pibe de barrio que quería ser químico, terminó siendo cura jesuita, y de ahí pegó el salto más loco de todos: ¡Papa! Sí, pasó de viajar en bondi por Flores a liderar el Vaticano con la humildad de quien todavía te invita un mate. En el camino, se fumó dictaduras, se peleó con poderosos, y se volvió el primer Papa latinoamericano, el primer jesuita en el cargo, y probablemente el único que entendía cómo funciona el algoritmo de Instagram. Nunca se la creyó, y aunque llevaba sotana blanca, siempre mantuvo el corazón bien argento y la lengua filosamente humanista.
Desde que lo eligieron en 2013, Francisco no fue como los demás. Bajó del jet espiritual con olor a barrio porteño, con ese tonito de abuelo que te da un sermón y te hace llorar, pero también te invita una empanada después. Se peleó con millonarios, bancó a la Pachamama, dijo que la iglesia era como un hospital de campaña (más como una salita de barrio que un San Pedro privado), y hasta se animó a decir que Dios “no es mago”. Algunos curas siguen en shock por ese comentario.
En un Vaticano donde antes reinaban las túnicas almidonadas y los secretos oscuros, llegó Francisco como un relámpago en ojotas, con su cruz de fierro (sí, fierro, nada de diamantes), y su actitud de “paren con tanta pompa, manga de divinos”. Todos le hicimos caso y lo llegamos a admirar.
El Papa que nos hizo reír (y pensar, maldita sea)
Memorable por frases como “¿Quién soy yo para juzgar?” o “la corrupción apesta”, Francisco fue el primer Papa en sonar más a tío buena onda que a líder mundial acartonado. No tenía Twitter por vanidad (aunque sus tuits a veces parecían escritos por un CM con resaca), sino porque quería hablarle al mundo sin intermediarios. ¿Y qué logró? Que lo amaran hasta los que no pisan una iglesia desde la confirmación.
¿Y ahora qué?

El Vaticano se enfrenta a su crisis de casting más grande desde que Benedicto colgó los hábitos. ¿Quién podrá reemplazar al Papa que citaba a Maradona y a San Agustín con la misma soltura? ¿Quién va a seguir retando al capitalismo salvaje y a la izquierda indómita mientras le acaricia la cabeza a una paloma?
Ahora que colgó el báculo y se fue al backstage celestial, en el Vaticano se viene el show más esperado desde el último capítulo de White Lotus: el cónclave. Una banda de cardenales con túnicas rojas se va a encerrar (sin Wi-Fi, pobres) en la Capilla Sixtina para elegir al próximo CEO espiritual del mundo católico. ¿Y los candidatos? Hay de todo: el africano que quiere modernizar la Iglesia a ritmo de tam-tam, el italiano que sueña con devolverle el poder a la “made in Rome”, el filipino carismático que ya tiene club de fans, y algún que otro tapado que seguro nadie ve venir. Apostadores del mundo, prepárense: se vienen semanas de humo negro y blanco, especulaciones, intrigas vaticanas… y memes, muchos memes.
Quizás, desde el más allá, el Papa Francisco siga enviando señales en forma de tormentas, memes virales o goles en el último minuto. Porque si algo sabemos, es que Francisco nunca se calló. Ni en la Tierra, ni, sospecho, en el más allá.
In memoriam, Papa Pancho: nos enseñaste que se puede ser líder espiritual sin perder la humanidad ni el acento. Ahora descansa, pero no demasiado, que desde allá arriba también puedes ayudar.
Y vos, Francisco… no te olvides de pedir por nosotros, pecadores. Pero hacelo con onda, como siempre.