Tengo una teoría. Trump quiere ganar un reconocimiento internacional que ningún occidental ha ganado jamás: el Empleado del Mes de los gobiernos de Rusia y de China. Ahí se las dejo para que la piensen, en lo que les explico rápidamente porque su proteccionismo económico está haciendo feliz a Putin y a Xi Jinping.

Primero, el proteccionismo económico (échenle un ojo al video para mayor entendimiento) es una teoría que fue puesta en práctica durante mucho tiempo en muchos países, incluyendo México, hace mas de medio siglo, con el objetivo de crecer la economía interna, consumir lo local, y apoyar el empleo interno. El proteccionismo económico es, entonces, como la abuela que no deja que nadie toque sus recetas secretas: impone barreras para que ningún metiche le quite su sazón. En términos de comercio, esto significa aranceles altos, cuotas de importación y subsidios nacionales para proteger la industria local de la feroz competencia global. Ejemplo clásico: la crisis de 1929, cuando muchos países levantaron muros económicos pensando que así se salvarían… y terminaron hundiéndose más rápido que el Titanic. Hoy, el proteccionismo está de moda otra vez, con tipos como Trump queriendo poner tarifas a diestra y siniestra.
Aunque suene bonito eso de “comprar lo hecho en casa”, la realidad es que generalmente el proteccionismo solo encarece productos y hace que la gente pague más por lo mismo y, también, que dejen de tener productos que potencialmente pueden ser de mejor calidad que vienen del extranjero. En 2018, la guerra comercial entre los Yiunaited y China hizo que el costo de los bienes importados subiera un 21% según datos de la Oficina del Censo de EE.UU. Los agricultores estadounidenses, que dependen de las exportaciones a China, sufrieron pérdidas millonarias y el gobierno tuvo que desembolsar 28 mil millones de dólares en subsidios para mantenerlos a flote. En resumen, la “protección” terminó costando más de lo que valía.
Por otro lado, la globalización es como la fiesta de pueblo a la que todos están invitados (aunque siempre hay algún(os) padrino(s)). Se basa en la integración de mercados, la reducción de barreras comerciales y la expansión de las multinacionales. Desde 1990, el comercio global ha crecido un 300% y según el Banco Mundial, la pobreza extrema ha disminuido de un 36% a menos del 10% en 2020, en gran parte gracias a la apertura económica.
El T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá) es un claro ejemplo de cómo la globalización puede ser un win-win. Gracias a este acuerdo, el comercio entre los tres países superó los 1.5 billones de dólares en 2022. La industria automotriz mexicana, por ejemplo, exportó más de 100 mil millones de dólares en autos y autopartes solo a gringolandia. ¡Imaginen si de repente nos ponen tarifas del 25%! Sería un golpe directo al empleo y la competitividad.
Ahora, hablemos del elefante anaranjado sentado en la sala: las tarifas que Trump quiere revivir este año. Imponer un arancel generalizado del 25% a todas las importaciones de hierro y aluminio (o cualquier otra cosa) y un 25% a todo lo hecho en China, como trae en la cabeza, no solo encarecería los bienes a los gringos., sino que también podría detonar represalias comerciales. La Unión Europea ya advirtió que respondería con impuestos a productos estadounidenses si Trump vuelve a jugar al poli comercial. Y ni hablar de China, que podría cortar el suministro de los productos de sus tierras, esenciales para fabricar desde iPhones hasta misiles.

Y la historia nos dice que esto no termina bien. En 1930, Herbert Hoover, entonces presidente gringo, aprobó la Ley Smoot-Hawley, aumentando aranceles a más de 20,000 productos. Resultado: otros países hicieron lo mismo, el comercio global cayó un 66% y la Gran Depresión se volvió aún más brutal. Si Trump repite la jugada, podría afectar a empresas estadounidenses como Apple, que depende de la manufactura china, o Tesla, que vende miles de autos en el mercado asiático. Me gustaría saber que opina Elon de esto. En definitiva, el proteccionismo extremo es como jugar Jenga con la economía mundial: tarde o temprano, todo se cae.
Para que México no caiga en el juego de Trump, el gobierno debe diversificar sus mercados y fortalecer sus relaciones comerciales con otros socios estratégicos, como la Unión Europea y Asia, tal como lo hemos dicho en este espacio en repetidas ocasiones. Apostar por tratados como el T-MEC sigue siendo clave, pero también es momento de impulsar acuerdos con países del sudeste asiático y fortalecer la Alianza del Pacífico. Además, México puede aprovechar su cercanía con los Yiunaited para atraer más inversión extranjera, promoviendo la relocalización de fábricas estadounidenses (nearshoring) que buscan evitar costos elevados por los aranceles a China.
Mientras tanto, China podría salir beneficiada de estas políticas proteccionistas de Trump de varias formas. Si Trump impone aranceles elevados, las empresas estadounidenses buscarán proveedores más baratos en otros países, lo que podría incentivar a China a expandir sus mercados en América Latina, África y Europa. Además, al volverse más caro importar productos chinos, China podría reforzar su mercado interno y aumentar la cooperación con otras economías emergentes a través de iniciativas como la Nueva Ruta de la Seda. En resumen, Trump podría terminar dándole a China la excusa perfecta para reducir su dependencia del mercado estadounidense y consolidar su influencia en otras regiones. Incluso empresas gringas podrían aprovechar esta situación para fabricar sus productos en otros lugares para satisfacer la demanda de todo el mundo menos USA, a costos mucho mas baratos.

También, los aranceles de Trump podrían beneficiar a Rusia de varias maneras, aunque no de forma directa, sino más bien como un efecto colateral del caos comercial que generarían. Si Trump impone aranceles agresivos a China, la economía china buscará diversificar sus socios comerciales y reducir su dependencia de los gringos, como ya dijimos. Esto podría traducirse en un aumento en la compra de petróleo y gas natural a Rusia, fortaleciendo la alianza energética entre ambos países. De hecho, en 2023, China ya compraba más del 40% de las exportaciones de petróleo ruso debido a las sanciones occidentales, y un conflicto comercial con Trump solo aceleraría esa tendencia.
Los aranceles de Trump harían que China busque proveedores y socios en otros mercados. Rusia podría aprovechar la oportunidad para vender más productos industriales, maquinaria y materias primas a China, consolidando su relación comercial. Ya en 2023, el comercio bilateral entre ambos países alcanzó los 240 mil millones de dólares, y este número podría crecer aún más si los Yiunaited endurecen su postura comercial con Pekín.
Si Trump se enfoca en una guerra comercial con China y Europa responde con represalias, la atención global podría desviarse de las sanciones económicas impuestas a Rusia por la invasión a Ucrania. Con una administración más enfocada en su lucha comercial, es posible que haya menos presión para endurecer o aplicar nuevas sanciones, lo que le daría a Moscú más margen de maniobra económica.
Si la guerra comercial de Trump sacude los mercados financieros y genera volatilidad en el dólar, China y Rusia podrían acelerar sus esfuerzos para comerciar en yuanes y rublos en lugar de dólares. Ya han estado promoviendo sistemas alternativos al SWIFT y acuerdos bilaterales en monedas locales, lo que les permitiría reducir su dependencia del sistema financiero occidental.
En resumen, aunque Rusia no sea el objetivo directo de los aranceles de Trump, el impacto indirecto en China y el comercio global podría beneficiarla al fortalecer sus lazos con Beijing, aumentar sus exportaciones energéticas y reducir la presión internacional sobre su economía. En otras palabras, mientras Trump y China se golpean mutuamente con tarifas y restricciones, Rusia podría estar esperando en la esquina para recoger los pedazos y sacar ventaja.
A la economía gringa, los aranceles le van a pegar durísimo. Según la Reserva Federal de Nueva York, los aranceles impuestos por Trump entre 2018 y 2019 costaron a las familias estadounidenses un promedio de $1,300 dólares extra por año debido al aumento en el precio de productos importados.
Si se reintroducen aranceles sobre todas las importaciones y sobre los productos chinos, como Trump propone, los precios de bienes de consumo como electrónicos, ropa y automóviles se dispararían. En pocas palabras: adiós a los iPhones “baratos” y a los tenis Nike asequibles.
Muchas empresas gringas dependen de insumos importados para fabricar sus productos. Si estos se encarecen por los aranceles, aumentarán sus costos de producción, lo que las hará menos competitivas en el mercado global y más caras en el local.
Por ejemplo, las compañías automotrices como Ford y General Motors vieron aumentar sus costos de producción en más de $3,000 millones de dólares en 2018-2019 debido a los aranceles al acero y al aluminio impuestos por Trump (que quiere volver a poner).
El sector agrícola también sufriría: China respondió a los aranceles de Trump en 2018 restringiendo la compra de soya estadounidense, lo que obligó al gobierno a rescatar a los agricultores con $28,000 millones de dólares en subsidios. Si Trump vuelve con sus políticas arancelarias extremas, podríamos ver una repetición del desastre, pero en mayor escala.
Ahora, los aranceles de Trump pueden perjudicar a la economía europea de diferentes maneras, afectando desde los precios de los bienes hasta la competitividad de las empresas y las relaciones diplomáticas.

Si EE.UU. impone aranceles a productos europeos como el acero, la Unión Europea no se va a quedar de brazos cruzados. Ya pasó en 2018, cuando Trump impuso tarifas a las importaciones de acero y aluminio, y la UE respondió con aranceles a productos icónicos como el whisky bourbon, las motocicletas Harley-Davidson y el jugo de naranja de Florida.
En 2020, la UE impuso 4,000 millones de dólares en aranceles a productos estadounidenses en respuesta a los subsidios ilegales de Boeing. Si Trump reaviva la guerra comercial, la UE podría golpear sectores estratégicos como la tecnología (Apple, Microsoft) o la industria automotriz (Tesla, Ford). En otras palabras, las empresas estadounidenses podrían perder acceso preferencial a un mercado de 450 millones de consumidores europeos.
Financieramente, el caos comercial genera incertidumbre en los mercados, y la incertidumbre ahuyenta a los inversionistas.
La guerra comercial de Trump en 2018-2019 causó una caída en la bolsa de valores, con el índice S&P 500 desplomándose un 6% en un solo mes después de un nuevo aumento en aranceles a China. Además, si la UE y China deciden alejarse del dólar y hacer más transacciones en euros o yuanes, el dólar podría perder parte de su hegemonía en el comercio mundial. Si los mercados entran en pánico, podríamos ver caídas en el crecimiento económico de los Yiunaited y Europa, tal como se vió hace un par de semanas.

En pocas palabras: si Trump reimpone aranceles masivos, los efectos negativos no solo golpearían a China, sino también a USA y a Europa. Los precios subirían para los consumidores estadounidenses, las empresas perderían competitividad y se enfrentarían a represalias comerciales. En el caso de Europa, una guerra arancelaria con EE.UU. solo debilitaría a ambas economías mientras otras potencias como China y Rusia aprovechan la confusión para fortalecer su comercio con mercados emergentes.
Al final, la historia nos ha enseñado que el proteccionismo extremo rara vez termina bien. Y si Trump sigue adelante con su política de tarifas, puede que esta vez el mayor perdedor no sea China… sino el mismo Estados Unidos. Así que Trump se ganaría el premio al empleado del mes.
Fuentes: Oficina del Censo de EE.UU. : Departamento de Agricultura de EE.UU. : Banco Mundial : Secretaría de Economía de México : Propuesta de política comercial de Trump : Comisión Europea : Ministerio de Comercio de China : Ley Smoot-Hawley de 1930 : Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda : Organización Mundial del Comercio : Reserva Federal de Nueva York