Este fin de semana fue un poco diferente para la familia, ya que, en lugar de visitar los excelentes lugares que tenemos en Chilangolandia, los potrillos y yo tuvimos la gran suerte de darnos una vuelta al Longines Global Champions Tour.Este evento es como la Fórmula 1 de la equitación. En quince sedes alrededor del mundo, desde Shangai hasta Cannes, los equinos mas imponentes y mas habilidosos se reúnen para mostrar sus talentos ante un público humano, montados por jinetes de todas las edades, en campos verdes espectaculares. En competencias de diferentes estilos – individuales, por equipos, por acumulación de puntos y suma por países para la sede y la temporada completa – los participantes deben recorrer el circuito planeado para cada evento, librando los obstáculos que llegan a medir más de metro y medio, y generalmente contra tiempo.
Es un evento de alto desempeño para los caballos, ya que no es sencillo brincar cuando se va a trote o medio galope los obstáculos. Imagínense que tuvieran ustedes humanos que brincar una barda que les llega a la altura de los hombros mientras van corriendo, cargando además un bulto de 60kg en su espalda, y deben caer bien para seguir corriendo y brincar el siguiente. Entre 10 y 17 obstáculos en cada circuito. Los patrocinadores de dicho evento son de alto nivel: desde Massimo Duty hasta MasterCard, incluyendo a Banorte, Broxel, (estas últimas 100% mexicanas) y un chorro de marcas de artículos ecuestres que son desconocidas en su mayoría para nosotros los normales.
Estamos hablando que ahí se reúne la crema y nata de la sociedad equina – y también de la humana. Los caballos que participan se valúan en un promedio de ¡¡nueve millones de Euros!! Son caballos de alto rendimiento, si, ¿¿pero nueve millones de euros??? Es un chorro de lana, más cuando soy consciente de que yo estoy valuado seguramente en unos 17.50 pesos mexicanos (y eso porque estoy asegurado), Por desgracia, este tipo de precios hace que la equitación sea un deporte que solo unos pocos pueden practicar, ya que, obviamente, mis parientes de alto rango requieren cuidados especiales, en establos de alto nivel cubiertos con alcochonamiento afelpado y suelo anti-derrapante, comida gourmet ultra-orgánica, vehículos top-of-the-line para su transporte, agua Fiji para beber en cualquier momento, y, si, tienen humanos atendiéndolos 24/7 para cubrir cualquier necesidad que se le ocurra a susodicho equino. No tienen que pelearse con el tráfico citadino mientras jalan una calandria, ni hacen cola en los restaurantes, y tienen contactos especiales con las autoridades locales para poder hacer lo que les plazca en cada sede aunque no tengan visa. Vestidos con las sillas de montar y las telas de las marcas mas reconocidas, no se agobian por los gastos de la vida diaria y sus parejas, hembras o machos, mantienen un estatus singular entre la sociedad que lo denotan con sus cafecitos de media mañana y sus bebidas de alto precio por las noches (sigo hablando de los caballos, no de sus dueños). Animales preciosos, perfectamente engalanados por los estilistas humanos que viajan con ellos y que les trenzan la crines con alto cuidado y detalle, tanto a hembras como a machos, y que los acicalan como esclavo africano del siglo XVI, mientras algún otro emberbe le arroja aire fresco con un ventilador (hace unos años seguramente era una hoja de palma) por aquello de “la calor.” Llegaron al evento en sus impresionantes vehículos motorizados, desde Mercedes-Benz hasta Jaguares último modelo (¿imaginan un caballo montado en un jaguar?). ¿Donde quedaron esos vehículos tipo Mr. Ed? La sede inaugural de la temporada en este 2017 fue nuestra gran Chilangolandia, en el Campo Marte. Gracias a mi raza equina, logré conseguir unos boletillos de entrada a la sección General Parado para que asistieramos a tan digno evento los potrillos y yo. Así que, una vez arregladitos y peinados – no podiamos vernos mal ante tan ejemplar caudal de relevantes participantes en la sociedad – nos lanzamos, en esta ocasión sin la yegua amada. Dejamos la calandria en el estacionamiento del evento, en donde la calandria destacaba por ser un modelo 2013 entre puros 2016. Gracias al Equino Omnipresente que tenía cortesía para el estacionamiento, pues eran $150 pesitos por dejar tu calandria ahí.
Caminamos unos cuantos metros, y accedimos al campo. Honestamente, debo decir que el evento estuvo organizado de una manera espectacular. Sin muchedumbres, atasques, ni grandes filas, los humanos participantes se dirigían fácilmente hacia su zona asignada: General Parado para la plebe, Grada para los medios (gran upgrade, porque ya tenían sombrita), Hospitality para los organizadores y sus invitados (entiéndase palquito papaloi con comida y bebida gratis, bajo un excelente techo, y pegados a la pista, en sillitas acolchonadas y mesitas de madera ultra-nice, y un par de meseros para cada palco), o VIP (no tengo idea que haya ahí, solo se veía un chorro de gente con las mas altas comodidades- y era la sección mas grande del evento). En los alrededores, una serie de puestos mostrando los productos de los patrocinadores, desde tienda de Massimo Duty, tarjetas de Broxel Fintech, y Yates a escala de alguna marca inaccesible, hasta revistas de moda ultra-nice recientes donde la portada muestra mínimo una bolsa LV. Obviamente, no podían faltar los famosos FoodTrucks, esos camioncitos en donde preparan en el momento diversos alimentos y bebidas que pueden ser desde un taco de camarón de Fisher´s hasta comida vietnamita impronunciable, que ponen los precios según la audiencia, y por lo tanto son un claro ejemplo de la discriminación de precios que se enseña en los salones de Economía III a lo largo y ancho de nuestro país.
Logramos ver, desde atrás de la tercer fila de gente parada, a algunos especímenes fabulosos brincando los obstáculos del campo. Sin embargo, el potrillo y la potranca, hartos del sol, y yo cansado de cargarlos a ambos para que pudieran ver, decidimos tomarnos un break entre los susodichos puestos. Fue ahí donde por suerte me topé con un amigo equino que nos hizo el favor de meternos a la zona de calentamiento de los caballos. Y ya de cerca, las caras de mis portrillos al vislumbrar semejantes caballos de cerca hizo que valiera la pena el calor, la deshidratación, y el esfuerzo para llegar hasta ahi. Una yegua en particular, de nombre Valentina, blanca con calcetines grises, y un diamante negro en la frente, de unas quince palmadas de altura, mexicana, crín del mismo color perfectamente trenzada llamó la atención de mi potranca, quien ya se quería brincar la barda para tocarla. Por su parte, un caballo negro azabache, cruza de pura sangre con cuarto de milla, belga, de casi dieciséis palmadas, de nombre Echo van T Spieveld, llamó la atención del potrillo, quien solo gritaba “¡¡¡mira a ese papá, miralo!! ¡¡Esta como dos cabezas mas grande que tu!!!”
Poco después, ya con sed y hambre, salimos del “backstage” y nos dirigimos a la zona de comida por unas hamburguesas. Fue hasta ese momento cuando ví los precios de los alimentos, y rápidamente le pregunté a mis chamacos “¿No se les antoja una Cajita Feliz?” a lo cual respondieron felices que si, para mi excelente suerte y tranquilidad mental y económica. Así que, de regreso a la calandria, y a cruzar la ciudad rumbo a un McDonald’s (a falta de alguna cadena similar mexicana en el camino) que estuviera cerca del establo.Cruzamos primero por una exposición de esculturas de animales representativas de cada estado de la república, hechas con metal de escombro, que vale mucho la pena. En particular las guacamayas de Quintana Roo y el Chac-Mol de Yucatán están muy recomendables.Mi familia y yo tenemos nuestro pequeño establo en la Delegación Cuajimalpa – si, esa misma que está gobernada por un delegado que acaba de ser nombrado el Mejor Delegado de la ciudad, y ¡¡¡mismo que me contestó en Twitter!!!; la menos violenta, mas segura, no es morenista ni perredista, etc. etc. etc. – así que pasamos al MacD’s de la zona. Uno viejito que está en la zona del Yaqui. Los chamacos, después de tanto sol y sin habernos sentado en varias horas, estaban ya profundamente dormidos, por lo que pasé al Auto-Mac y les ordené sus cajitas felices, y un MacTrío de Angus Habanero para mi. Debo mencionar que el servicio en dicha sucursal fue excelente: rápido, sin errores, comida caliente, y refrescos fríos, y en tres minutos ya había pagado, recibido mi orden, y salido de ahí.
Cinco minutos después, estabamos ya degustando nuestras sabrosas hamburguesas (nuggets para la potranca) en el establo, reposando, porfin sentados, y abriendo los juguetes de la Cajita. No tengo duda de que, para los padres que no sabemos cocinar bien, la Cajita es el mejor invento del hombre: comida completa, accesible, moldeable, y con un juguete referente a alguna película de moda que entretiene a los niños por un buen rato. Mis escuincles no soltaron la casita de Pitufos en el resto de la tarde.Para cuando llegó la yegua amada a la casa, los niños estaban exhaustos, después de un día de buenas emociones, y cayeron rápidamente, lo cual nos dió chance de seguir viendo una gran serie en Netflix, “13 Reasons Why”, muy recomendable para padres y jóvenes millenials, pero eso ya será tema de otra conversación. Por el momento, solo puedo decir que fué un domingo bien aprovechado en nuestra gran ciudad.
Feliz Semana Santa a todos, y les deseo buen regreso a los que siguen turisteándo por nuestro país. Envíen sus experiencias y podremos incluirlas en algún especial futuro de festejos de pascua. Los invito a comentar sus opiniones, y seguirme en Tw. @ElCaballo_Mx y en FB @El CaballoMx, El Caballo de Mexico.