Como muchos saben, entre varias cosas que disfruto mucho, como el cine, también esta la música. Desde la música clásica, que me inculcaron en casa, pasando por el rock mexicano, un toque de trova, y el rock alternativo de cualquier parte del mundo. Mientras el artista muestre sus habilidades en composición, interpretación, y/o virtuosismo instrumentista (considero a la voz como un instrumento), no importa el estilo. Eso, obviamente hace que a los artistas de papel los desprecie, como al Pop Prefabricado tipo Magneto, la Britney, generalmente los Justins, Jeans y esas cosas fresoides que solo sirven para menear el cuerpo en los antros y las bodas. Obvio tengo mis preferencias en los estilos musicales: la banda y el reggeatón, por ejemplo, están hasta abajo de la cadena gustativa, mientras que el rock clásico y sus derivados son el tiburón blanco de la cadena. Dadas estas preferencias, procuro, siempre que la economía, los potrillos, y demás circunstancias de la vida diaria lo permitan, ir a la mayor cantidad de conciertos en vivo posibles. Y de ahi se deriva esta historia.Ayer, por ahi de las 17:00, ya con un par de horas de retraso por culpa de la enorme cantidad de trabajo que luego el chofer de la calandria me enjareta, logre salir de mi lugar de trabajo, ubicado por la zona de Santa Fe, en esta amada Chilangolandia, y me propuse llegar lo mas pronto posible al Foro Sol, recinto donde se llevaría a cabo un magno concierto que llevaba esperando ya varios meses. Junto con otro caballo compañero de trabajo, solicitamos un Uber, con la intención de que nos llevara a la Cervecería del Barrio de Viaducto, donde me esperaba ya mi primo equino con algunos compañeros que tendríamos el honor de asistir al concierto (el Bambi, el Chupitos, el Desaparecido, y Mi Héroe – dejo a la esposa en casa solo dos semanas después de parir). Y ahí empezó la Odisea…Primero, el tarado del Uber decidió perderse. Viendo la App, veíamos como subía el tiempo de llegada, primero 7 minutos, luego 9, hasta que llegó a 15. Se cancela. Se solicita otro. Llega el reccibo por $35 por mail por cancelación del servicio (@UberMx, neta deberían de tomar estas cosas en cuenta, ¡¡no puede ser que cobren cuando el baboso del chofer no sabe ni seguir las instrucciones que le da su propia aplicación!!!). Chofer, decente e inteligente, llega por nosotros. Arrancamos, pero tengo que poner Waze yo en mi cel porque el chofer dice que no le alcanza el crédito. Chale…Para esto, el primo equino ya se tenía que salir de la mencionada cantina para ir al Foro. Entonces, cambio de rumbo (hacen otro cargo preventivo en Uber) y nos dirigimos al Metro Tacubaya, a la entrada que está a un costado de Parque Lira, justo en la desviación a Avenida Jalisco.¡Qué barbaro!!! Ya eran las 6:30, y la cantidad de gente que estaba en la mencionada estación era impresionante. ¡Y eso que no era Pantitlán!! Los pasillos hasta el gorro, la muchedumbre moviéndose entre las tres líneas, rosa, naranja y café, pero eso si: de una manera perfectamente ordenada, sin atropellarse, todos sabemos como es la cosa, el respeto al derecho ajeno es la paz, y los que están comprando en los changarros internos no estorban a los transeúntes que van en el pasillo. El funcionamiento de la Tarjeta del Metro estupendo. Eso si, caminamos como dos kilómetros antes de llegar al andén.Mi compañero y yo tomamos nuestro lugar, ordenadamente, para esperar al siguiente tren. Mas o menos a dos vagones del inicio del mismo, porque todos sabemos que se atasca menos en las orillas.Y que llega el tren. Comienza el desbarajuste poblacional. Se empiezan a apretar los asistentes, un par de empujones leves, y se acumula un poco mas el asunto cerca de las puertas. Y que se abre la puerta. Los dos tipos que estaban del lado derecho de la puerta se avientan como gorda en tobogán para lograr tener lugar sentados. Uno casi se queda atorado afuera porque su mochila quedó entrelazada entre el brazo de una señorita y la cara de un cristiano. El pobre turista que traía su maleta (creo que era europeo) no sabía ni como reaccionar. Empujones, agarrones, un par de mentadas, y se cierra la puerta con el brazo de otro pobre hombre atorado. Se abre automáticamente y se cuelan otros dos chavos que la verdad ya no cabían, pero a base de un par de empujones lograron entrar. Y arranca el tren.
Ir en el transporte público chilango es toda una experiencia. Se pueden aprender muchas cosas, como por ejemplo, que no importa que tan atascado esté el metro, siempre cabe un tipo con una guitarra tocando canciones que no se escuchan y cantando con una voz horrenda, para luego pedir dinero (clases prácticas de Física Cuántica: Teoría de la Relatividad – el espacio también es relativo); se puede practicar el deporte local: surfing pecerista (clases de Educación Física: como mantener el equilibrio durante un frenón rudo sin poder agarrarte del tubo); y se aprende solidaridad entre paísanos (clases de Civismo: “bajo en la que sigue, compermiso” y se abre el camino justamente por esos 8 segundos que se abre la puerta). Pero sobre todo, uno aprende que el amor es diverso y viene en todas las presentaciones. Porque vas tan, pero tan pegado a otro ser humano, que uno ya no sabe ni que le tocan ni que tocaste, ni a quien, ni si era hombre, mujer, perro, caballo o alguna subespecie relacionada, porque eso si, una mano en el celular y la otra en la cartera para proteger los únicos activos que no pueden ser tocados por alguien mas. Fueron solo ocho estaciones (nos equivocamos y nos bajamos en Velódromo en vez de en Ciudad Deportiva), y me impresionó la habilidad del chavo de enfrente (me pasé todo el camino viéndolo porque no podría ni mover la cabeza), porque entre todo el aperre, logró sacar su celular con una mano, ponerse unos audífonos, prenderlo, abrir un juego de futbol soccer, y con el pulgar, ponerse a jugar con toda la calma del mundo. A lo mejor estoy ya ruco, pero yo necesito las dos manos y me faltan dedos para apretar tanto botón que traen ahora los videojuegos, incluyendo los del celular (¡¡¡extraño el Atari!!!). En fin. Al querer bajar, me escupió el vagón. Ya abajo, revisé mis pertenencias, mi cuerpo, me sequé el sudor (espero que mío), y de nuevo a caminar. Salimos a la calle cerca del Palacio de los Deportes, precioso recinto multiusos con pésima acústica, que me trae grandes recuerdos de Café Tacvba, Oasis, Guns, Mötley, Cirque du Soleil y varios mas. Y de nuevo a caminar.En esos dos kilómetros que fue necesario recorrer para entrar al Foro Sol, noté la increíble manera que tenemos los mexicanos de organizarnos sin problemas en la banqueta. Todo tranquilos, fluyendo, entre los changarros de mercancía pirata del concierto, desde tasas y plumas hasta sudaderas y chamarras que ni los propios músicos tienen, avanzamos hacía el puente peatonal, para cruzar Churubusco, esa avenida de unos diez carriles sin semáforo que es un verdadero riesgo para el mundo.
¡Oh, sorpresa! Para subirte al puente peatonal, necesitas boleto. Y mi boleto lo trae mi primo equino. Así que, en esos momentos, es cuando nos damos cuenta porque han salido tantos buenos exponentes de la fiesta brava mexicanos. No te queda de otra mas que cruzar a pie la avenida, burlando coches y desafiando a la muerte, cual torero sin capote en la Plaza México.
Por fin entramos. La caminata a la puerta A estuvo larga, y lo primero que nos recibe es un señor vendiendo chelas (el Chupitos pide una para cada uno), a un costado del changarro de mercancía oficial del concierto, en donde se me ocurre pararme a comprar mi playera oficial para no desentonar. Caminamos unos metros mas, y por fin diviso el escenario. Cinco pantallas unidas para formar una sola megapantalla de unos 25×100 metros, con una “M” al costado izquierdo y una “A” a la derecha. Proyectado en la pantalla, se observa claramente un “ETALLIC”, solo cortado por un par de imágenes que muestran lo que sucede en el escenario. (El Bambi, a pesar de su apodo, se emociona y empieza a headbangear con todo). Mas de 130 monitores colgados a lo largo de todo el escenario mas las torres de sonido, que ya estaban arrojando los acordes de la música del abridor, Iggy Pop, cantante ochentero que sigue queriendo rockear, pero nadie le ha avisado que 1) el pelo largo ya pasó de moda, y 2) se tiene que poner camisa, porque a sus 69 años ya tiene “flaps” en los brazos. Respetable que se siga aventando al público a pesar del riesgo a esa edad. Su guitarrista, un señor de similar edad, toca excelentemente bien, y fue sin duda lo mejor de la presentación.
Terminado el show de Iggy (ya eran alrededor de las 20:45), se prenden las luces, y es momento de dirigirse a los SaniRents que siempre colocan a cada costado del escenario (el Desaparecido, desapareció un rato). Colas largas, pero impresionantemente bien auto-organizado por la población mexicana (¿quién dice que no somos organizados?), que muestra una diversidad monstruosa, desde señores trajeados, hasta niñas fresas (a ver, niñas, a un concierto de ROCK, ¡no es valido ir con tacones y bolsa LV!!), incluyendo a varios niños pequeños a quienes los papás estaban en proceso de educación musical.
A las 21:25, se apagan las luces, sale Clint Eastwood en la pantalla, y comienzan los acordes de la canción de “The Good, The Bad and The Ugly” de Ennio Morricone, dando así inicio al evento principal, Metallica, Worldwired Tour, México, con la canción The Ecstasy of Gold. De ahi en adelante, 18 canciones provenientes de casi todos los discos, originales todas.
Metallica es uno de las bandas realmente icónicas que han existido. Soy conciente de que existe mucha gente que no le gusta su música, fuerte, pesada, explotando el distorition y con letras agresivas. Sin embargo, han marcado una época; hoy en día, muchas bandas de todos los estilos los nombran como una gran influencia, junto con otras agrupaciones como The Beatles, Queen, U2, Zeppelin y Black Sabbath.
Son cuatro músicos realmente profesionales, con oficio. Descargan energía con cada acorde, dejándo todo en el escenario. Tocan siempre en vivo (a diferencia del “gran” Justin Bieber, quien hace un par de semanas ofreció una enorme parodia de concierto en playback – ¡¡¡blah!!!), mostrando sus habilidades instrumentistas. A sus cincuentaytantos años de edad, simplemente muestran mas sabiduría, pero sin limitarse en las interpretaciones. Han evolucionado, y han sabido corregir el rumbo. En su último disco, regresaron a sus orígenes musicales. Rock puro, agresivo, con sentimiento. Fué fabuloso ver como cuatro líderes del rock pesado mesclan en su setlist un momento de batucada con influencias brasileiras, dejándose llevar por Lars Ulrich, el baterista, quien dirige como a una orquesta al resto de lo que en esos minutos fue SU banda. O como James Hetfield le dice en su interacción de 30 segundos al publico mexicano “no me importa su religión, color, u origen, ustedes son parte de nuestra familia”, mientras voltea a ver de reojo a su bajista, Roberto Agustín Trujillo, quien claramente tiene rasgos latinos e indios. La maestría en el bajo del mismo Trujillo, tocando un solo slappeando las cuerdas, mientras camina a ritmo en el escenario, denota que no solo es un bajista metalero, sino un técnico de su instrumento. Del mismo modo, Kirk Hammet tiene un manejo del pedal, tanto distortion como wah-wah, que pocos muestran, superado a lo mejor por Slash, Hendrix, Page, Clapton y Stevie Ray, aunque son estilos musicales diferentes. Sin duda se echa un tu-por-tu con Angus Young.
El público mexicano es de los mejores del mundo: agradecido, se queda sin garganta ovacionando a sus ídolos, y aplaude con manos y boca cada movimiento que se le solicita desde el escenario. Por eso, las bandas importantes y reconocidas aman venir a nuestro país, y se han incluso filmado conciertos en vivo desde aqui, para su distribución mundial.
Metallica es una banda que, aunque cuenta con una excelente producción de luz y sonido, no requiere efectos especiales para entretener. Con su mera presencia causan furor, característica que han mantenido desde 1983, en su primer presentación importante. Sus canciones, en su género, no pasan de moda. Se han transformado en clásicos, y son de las pocas agrupaciones que puede presumir tener, no una, sino varias, canciones en este status.
Después de casi tres horas de concierto, en donde hubo desde headbanging hasta slam (casi me deshacen por meterme ahi; soy un caballo de poco gramaje), terminó con Nothing Else Matters y Enter Sandman. Sus mas grandes éxitos.
Felices, mi primo equino y yo salimos del lugar. Conseguimos después de un rato un taxi que nos llevara rumbo a su casa, para desviarnos en el camino por unos taquitos en El Califa de la Roma. La mayoría de los comensales provenían del mismo concierto. Un par de taquitos al pastor (con todo), una costra de bistec (harta salsa), acompañados de una Chaparrita de uva, y al establo a dormir.
Fue una noche memorable, de la cual gracias a Dios tengo un recuerdo y una playera. Lo único que faltó fue mi yegua amada para disfrutarlo, aunque se que a ella no le gusta este tipo de música. Será para otra ocasión, como hemos disfrutado de muchos.