Según el INEGI, el 27% de la población que tiene un trabajo formal remunerado trabaja en corporativos, plantas, o algún otro tipo de empresa en el que por lo menos el 80% de su tiempo lo pasa frente a alguna pantalla, papel, o similar, sin tener que llevar a cabo actividades extenuantes de naturaleza física, como las puede llevar a cabo un obrero, mesero o cocinero, y sin poder desplazarse de su lugar de trabajo fijo por mucho tiempo, como lo haría un taxista o un vendedor de medicinas. Si eliminamos a un 10% aproximado de personas dentro de dichas organizaciones que son directores, gerentes, miembros del comité, o similares, y sumamos al 8% de la población que trabaja en las diversas dependencias gubernamentales, tenemos entonces un 32% de la población que cumple con estas características. Las tareas que llevan a cabo susodichos personajes suelen ser, en su mayoría, repetitivas, poco creativas, y de poca importancia dentro de la organización, según los líderes, pero siendo sinceros, son estas personas las que logran que esa parte de las organizaciones que implica papeleo, números, contabilidad, etc., avance, y por lo tanto, suelen ser menospreciados.
Pero regresando a los datos duros: tenemos entonces que el 32% de la población trabajadora de México es, simplemente, Godín. Godín, Godinez, Gutierritos, o algún otro término. El coloquial en Chilangolandia es Godín. Y dentro de ese 32%, tenemos desde el Godín “de a pie” (aquel que se toma los San Lunes) hasta el “Señor Godín” (el director que baja a comer con su Tupper).
32% de la población que vive inmerso en esa subcultura organizacional que pocos realmente conocen, pocos respetan, muchos se burlan, y algunos abrazan incandescentemente. Esa subcultura formada en los años ochenta, cuando el Godinez original hizo su famosa aparición en la película “Hermelinda Linda,” en 1984, dirigida por Julio Aldama y con Evita Muñoz. Ese gran personaje, que era un mueve-papeles de algún titular oculto que ya no recuerdo, dentro de algún departamento oscuro del Gobierno del Distrito Federal (en ese entonces era el Departamento del Distrito Federal; dato curioso educativo para los Millenials), dio vida al término “Godín,” enfrascándolo con una serie de características tan importantes para él como la salsa es al taco. Por ejemplo, el Godín de pura sangre marca su vida alrededor de ese ciclo bisemanal llamado “la quincena,” el cual denota claramente una bonanza económica durante los primeros días y una ruptura o quebranto absoluto durante los últimos. Es una muestra viviente y de corto plazo de los famosos ciclos económicos que viven todas las economías a nivel mundial. La pregunta “¿Ya cayó la quincena?” es probablemente la más escuchada en todas las oficinas los días 15 y 30 de cada mes, justo antes de tener que salir una hora antes de trabajar porque la cola de los cajeros automáticos se vuelve una verdadera mentada. Y ya no hablemos de la época del “aguinaldo,” aquel cúmulo de riqueza temporal que vive cualquier Godín en la primera quincena de diciembre, ya que le pagan ¡¡el doble!! y justo a tiempo para irse a festejar la Navidad en la Cena de Fin de Año en la cual, aunque no le guste la comida o la bebida, es imperativo atascarse hasta reventar.
Otro ejemplo clarísimo de esta subcultura pop chilanga es el famoso TupperWare (toper pa’ los cuates). Ningún Godín puede decir a ciencia cierta que es más valioso, si la lonchera auto-calentable con cubiertos incluidos, o el toper con siete divisiones (tapa incluida) que hay que lavar diario porque ahí caben todos los alimentos del día sin que se mezclen. Hay reportes incluso de un mercado negro de topers eficiente dentro de las oficinas más grandes de nuestro país, topers importados, anti-oxidantes, que no se calientan ni en el microondas. Y hablando de microondas, el verdadero Godín está dispuesto a hacer una cola de veintidós minutos y medio para calentar su comida, aunque solo haya cinco compañeros godinez enfrente, ya que sabe que cada uno tiene derecho a calentar sus sagrados alimentos por un tiempo promedio de cinco minutos aunque sea un solo micro y solo sea un taco de pollo lo que está en el toper de siete divisiones. El lavado de charola corporativa junto con el toper al terminar la comida, y hacer platica irrelevante acerca del jefe, las Chivas o el mas reciente corrido es parte básica de la hora de la comida, conozcas o no al vecino de alimentos.
Obviamente, terminada la comida, es riguroso el “mal del puerco”, otra de las multiples enfermedades del mexicano a las que Trump le tiene pánico. El mal del puerco es caracterizado por tomar una posición diagonal, estirando las piernas a todo lo que dan (si el lugar de trabajo es lo suficientemente amplio), colocar las manos en la timba recién erigida, discretamente eructar, y estar mínimo unos cuarenta minutos con los ojos entrecerrados, haciendo como que se está leyendo algo importante en la pantalla de la computadora, aunque esta esté abierta en Facebook. Estos veinte minutos comienzan siempre con una frase tipo “me encantaría echarme una jetita ahorita” o “me cayó pesada la comida” o “¿tienes un AlkaSelter boost?” al compañero de escritorio mas cercano, que suele estar en la misma posición, porque el mal del puerco es muuuy contagioso.
Otro clásico del Godín es el gafete: ese pequeño pedazo de papel plastificado, ocasionalmente con foto, y casi siempre con nombre, que denota la pertenencia de su portador al ambiente godín, y por lo tanto le otorga derechos y obligaciones. No importa que el gafete sea el medio de acceso a la oficina: lo relevante es el status que da a quien lo lleve. Por eso hay tanto Godín mostrando gafete en los centros comerciales, en los Fast Foods, comparando entre sí de reojo los del resto de los comensales, platicando acerca de cual esta mas fregón, si tiene yo-yo o si está colgado, si trae mica completa o solo está en el estuche, si los colores lo hacen ver mas padre, etc. Es toda una subcultura de competencia.También tenemos otros elementos de la cultura Godín: la famosa Tanda, la Quiniela de cualquier evento deportivo, usar la playera o chaleco con el logo de La Oficina, el paquete de Papa Bills, el 2×1 en jueves de Chillis, y una serie de frases únicas, entre ellas:- “Buenas nocheeees” (mientras ve el reloj a las 9:16, justo después del tiempo de tolerancia)- “¿Matamos la tarde? (cobra mayor relevancia cuando se dice en miércoles)- “Apenas pagaron y ya me quedé sin quincena” (se escucha mas en la cuesta de enero)- “¡Le tocaron los tamales!!” (en la candelaria)- “¡Vámonos que aquí espantan!” (18:00 en punto)- “No pasaba el micro” (mínimo una vez a la semana, si no se toma el San Lunes)- “Ya es juevebes” seguido por “Ya es beviernes”- “Ya me dió sed… y de la mala”- “¿Cuándo es el siguiente puente?”- “Tu, ¿eres el nuevo aviador?”
Por último, cabe recalcar que el evento godín por excelencia es el famoso Pastel de Cumpleaños. Ese memorable evento que todos deben pasar en el día de su onomástico, en el cual se hace la coperacha para comprar un pastelito de algo que seguramente no le gusta al cumpleañero, pero si al organizador. Obviamente, hay coca de naranja o coca de limón, generalmente en servilletas porque a alguien se le olvidó comprar los platitos desechables, y hasta puede ser que se necesite cortar el pastel con una pluma por falta de cuchillo. El festejado está obligado a poner cara de sorpresa al entrar a la típica sala de juntas donde se lleva a cabo el evento, a pesar de que su lugar fue forrado con 78 globos de diferentes colores desde la noche anterior, y lleva todo el día esperando que lo inviten a “esa junta urgente” en la cual su presencia es indispensable. Nunca faltan los colados que el festejado no conoce pero le entran felices al pastel, y el jefe tratando de hacer mas entretenido el momento sacando las tres bromas laborales de su equipo que conoce (porque no ha estado presente en el resto de las reuniones). Siempre sale el que dice “¿cuándo el festejo?” o el que menciona “te ves como cinco años más chavita,” mientras que otro anda cobrando a los que no pusieron por adelantado el dinero. Dicho evento dura como 25 minutos, y siempre hay mujeres que no comen pastel por estar a dieta, y luego en corto se quejan por haber tenido que pagar los 17 pesos que les tocaba (pero eso si, le entraron al esquert con singular alegría).
Pero bueno. Mis queridos millenials, no hay materia alguna que los prepare para su introducción en esta subcultura chilanga, que todos critican pero en la que todos participan, porque “es la única prestación que nos dan.” Bienvenidos al mundo godín –digo, laboral!!!