En un esfuerzo inaudito por enseñarle a los potrillos algo adicional a lo que los libros autorizados de la SEP arrojan disfrazado de conocimiento, mi yegua amada y un servidor tratamos de lanzarnos a diversos puntos de interés histórico dentro de la Ciudad de México. Esto es un hecho consabido por muchos de ustedes, y me imagino que no les sorprende. Pero puede sorprenderles que la familia equina agrandada en ocasiones se suma a estos esfuerzos, por lo que el día de ayer fuimos veintitrés miembros honorables de la familia equina a pasear por el Centro.
Mi primer gran placer fue encontrar un estacionamiento para la calandria (cada quien llegó por su lado como pudo, en metro, camión, calandria o patineta) a la primera, sobre la Avenida de la República, a tan solo unos metros de la primer gran cúpula de la ciudad donde la familia quedó de verse. No hubo ningún problema. La calandria fue recibida inmediatamente, ofreciendo el típico lavado y encerado, una revisión rápida del contenido encargado al valé, y listo. A caminar. Y luego esa gran cúpula: la parte alta del consagrado y recién restaurado Monumento a la Revolución Mexicana. Desde la calle, al aproximarse por cualquiera de los costados, únicamente se puede observar esa enorme cúpula exterior, esa que es de cobre patinado sostenida por cuatro arcos – que según mis pobres conocimientos arquitectónicos son de cantera – que en total mide 67 metros de altura, Art Nuveau al 100%. Una breve explicación a los potrillos y seguimos el recorrido, pagando los respectivos $50 pesos por persona, para subir por el elevador hasta el interior del monumento. Durante el recorrido del elevador, una guía muy amable nos pidió voltear hacia el este, de tal forma que teníamos una excelente vista del resto de la Avenida y hasta Reforma, con el edificio de Frontón del lado izquierdo, y las oficinas centrales de ISSSTE al lado derecho. Al fondo, la Torre Latinoamericana, muy cerca del Zócalo capitalino. Un día relativamente despejado como ayer permitía disfrutar de la vista como dios manda.Al llegar a la cima del edificio, te depositan amablemente en un espacio único: ese pasillo circular, bien bardeado por precaución, que se encuentra entre ambas cúpulas. Es aquí donde se puede apreciar la magnimosididad de la obra, digna de ser comparada con cualquier arco del estilo. La cantera, perfectamente cuidada, iluminada con unas lámparas que asemejan rifles de principios del Siglo XX, para no correr riesgo alguno mientras se baja por las estrechas escalinatas al pasillo exterior, desde donde se tiene una vista comparable solamente con la que ofrece el Castillo de Chapultepec. Es en este nivel donde se encuentra un pequeño café, en el cual se puede tomar un americano o capuccino a precios accesibles para ver la Ciudad. Al mismo tiempo, se puede apreciar con una breve caminata por el mirador, la inmensidad de las esculturas que posan en cada esquina del Monumento. Han sido restauradas, y en 2010 se reabrieron al público. Pero sin duda, el gran tamaño y detalle con que están hechas no se puede apreciar desde el nivel del piso. Posteriormente te piden que desciendas los 58 metros restantes por las escaleras metálicas internas de una de las columnas. Así, bajando con cuidado, con la poca iluminación que se le colocó a propósito a esa zona, se puede sentir el ambiente de Mausoleo que también es parte del Monumento. En este sitio están los restos de Carranza, Madero, Elías Calles, Villa y Cárdenas (Sr.). Datos históricos en cada parada. Un letrero en luz neón que no se entiende porque está ahí, pero se ve rebonito. Y mas de 150 escalones después, sales por una de las columnas al centro del monumento a nivel ya de calle. Obviamente, el Monumento cuenta con su respectiva tienda de souvenirs, donde puedes comprar todo tipo de memorabilia de cualquier precio relacionado al Monumento, desde playeras, hasta armables de madera.
Al salir, uno se encuentra en posibilidades de apreciar la Plaza de la República, con sus fuentes y linternillas, espectaculares, que además se ha transformado en los últimos años en un espacio recreativo importante, en el cual ha habido incluso conciertos de artistas reconocidos como la Britney, festivales de música electrónica, y similares. Ayer en particular, tuvimos la suerte de ver un torneo organizado por Red Bull de Skate. En la esquina Noreste de la Plaza, se montó una Half-Pipe, en donde varios patinadores mexicanos hacían gala de sus habilidades logrando que su patineta diera volteretas en el aire mientras ellos mismos se encuentran aparentemente suspendidos esperando que la misma quede en la posición adecuada. Un espectáculo original, que valió la pena. En la Plaza hay de todo: desde el aficionado al Futbol que hace trucos con un balón sin que este toque el suelo esperando que alguien le arroje un peso en la gorra, hasta el chavo que con un micrófono colocado en la boca hace música rítmica sin mayor instrumento que su garganta, lengua y cachetes, mientras sus cuates bailan enfrente algo similar a un break-dance. Saliendo de la Plaza, y caminando unos trecientos metros, uno puede llegar a la esquina con Reforma, en donde se encuentra ese increíble edificio de la Lotería Nacional (cerrado los domingos), en donde tantas personas se han hecho millonarias o lo han perdido todo. Y justo enfrente, El Caballito. Impresionante escultura en color amarillo, que desde mi punto de vista ya necesita una pequeña remosada, porque se le pueden notar ya los estragos que inevitablemente la lluvia ácida tiene sobre todo lo que toca.Seguimos caminando a un lado de los ciclistas dominicales por la Avenida Juárez, hasta llegar a la Alameda Central. Este espacio es precioso, aunque siempre voy a insisitir en que es una lástima que exista tanto vendedor ambulanete desde la entrada oeste hasta el Hemiciclo a Don Benito. Pasando el Hemiciclo, y hasta el Palacio de Bellas Artes, ya no hay tanto vendedor, por lo que uno se puede dar una idea de lo que seguramente vivieron nuestros abuelos, todos trajeados y perfumados, caminando entre las plantas, disfrutando de las esculturas y fuentes, hace unos setenta u ochenta años.
Pero sin duda, pocos lugares en esta ciudad se pueden comparar con la majestuosidad del Palacio de Bellas Artes. Ese museo/teatro/cafetería/restaurante/obra maestra que junta todo lo relacionado con la cultura en un mismo espacio, desde pintura y arquitectura hasta gastronomía (si, también es un arte). Y esa gran cúpula coronada por su escultura no tiene igual, por lo menos en los lugares que he tenido el placer de conocer, en todo Latinoamérica. Basta con acercarse al Palacio para sentir la vibra que los murales de 17 mexicanos arrojan, o que las exposiciones temporales de talla mundial, como la que está ahora de Picasso vs Rivera, nos enseñan, incluso a través de sus paredes. Momento de foto familiar. Otra foto. Una mas. Lo equinos de la última generación, todos juntos, con el Palacio de Correos al fondo y el edificio nuevo de Banxico a la derecha. A ver, todos, otra vez, volteen a ver la cámara. Ahora si, ¿quién tiene hambre? Y de regreso a la Plaza de la República, a un pequeño restaurante que tiene ya muchos años ahí, llamado La Parrilita Argentina, que nos brindó un muy servicio a una mesa muy difícil de atender por la cantidad de comensales. Menú Infantil, buen vino a $80 pesos, muy buenos cortes, un jugo de carne y una sopa de cebolla que superaron las expectativas de quienes los consumieron, buenos postres, y un muy bien ambiente familiar. Mis respetos para Gabriel, el capi, quien sin querer da una cátedra de lo que es servicio al cliente. Y además, desde ese pequeño recinto, se puede apreciar la totalidad de la Plaza, que en los planes de Porfirio iba a ser la sede del poder legislativo, no del Monumento.
Un excelente dominguito, en familia, con historia, comida, arte y ejercicio. En la caballeriza, dormimos como bebés. Y ya para cerrar, felicidades a Harry Potter, quien hoy cumple 20 años, y a todos los pedagogos mexicanos en su día.