Uno de los momentos que recuerdo con más cariño de toda mi vida sucedió hace alrededor de casi veinte años equinos, y no tiene prácticamente nada que ver con nuestra bella CDMX. Permítanme unos minutos para platicarles.El Equino Mayor, a.k.a. mi padre, desde que estaba en sus últimos años en la mayor casa de estudios equinos de nuestro país (equino-UNAM), formó un excelente grupo de amigos que lo han acompañado a lo largo de su vida. Se hacen llamar hasta la fecha “La Chispa,” y deben ser unos quince miembros originales, grandes ejemplares equinos, pintos, árabes, pura sangre y cuarto de milla, de una generación que salía a jugar bote pateado, que sabia divertirse sanamente combinando el relajo con el estudio y el deporte, y que, producto del famoso “Milagro Mexicano”, pudieron educarse bien en escuelas públicas y labrar su futuro profesional y personal con el sudor de su frente. Como todo buen grupo de amigos, han estado juntos en las buenas y en las malas, han pasado momentos grandiosos que recordarán por siempre, así como tristezas inmensas que han sido superadas con el tiempo. Obviamente, es un grupo que tiene muchas anécdotas, algunas profundamente ocultas que ya no han trascendido a la siguiente generación, como son el origen de algunos apodos o algunas bromas pesadas (las que les pueda contar serán guardadas para otra ocasión, pero involucran, por ejemplo, vello corporal teñido de verde, clases de matemáticas avanzadas (rodilla + anillo de campeonato + despedida de soltero = enyesado + luna de miel), apariciones en la habitación de los novios y escapes fugaces por puertas traseras). Entre sus miembros, por nombrar solo a algunos, tenemos al Chino (que no es chino, pero es conocido por dirigir equipos deportivos en diferentes ámbitos estudiantiles, también conocido como el Coach), al Pompis (misterioso apodo sin origen conocido pero sospechado), al Chivo (organizador de rifas estudiantiles para ganar lugar en la fila de los horarios), a la Rorra (personaje a quien siempre le da una “hemorragia de placer” vernos y sigue siendo un misterio como usa el saco sin meter los brazos a las mangas), al Calino (¿algo que ver con Calino de Efeso o con la cal? NPI), al Pollo, al Teco, al Chato, al Huevo Q.E.P.D.(orígenes de los sobrenombres o muy obvios o muy oscuros), y varios más. Aclaro que, al día de hoy, nadie se ha atrevido a decirme el mote del Equino Mayor. Un día de estos voy a dar una recompensa a cambio de información con evidencia, porque no les creo que no haya tenido uno.El grupo de compañeros, como era de esperarse, fue creciendo con el tiempo. Algunos primos y hermanos desde sus inicios. Luego las yeguas amadas, provenientes de todos los rincones de la Ciudad, incluyendo alguna hermana de uno de ellos – mis respetos al hermano que la dejó salir con uno de sus cuates. Esta época también esta llena de leyendas, como que uno de ellos se ligó a su ahora Yegua Amada en un semáforo. Posteriormente, los potrillos y potrancas. Después, la segunda generación de yeguas y sementales amados, y por último, la tercer generación de potrillos y potrancas. En particular, los miembros de la segunda generación, sobre todo los mayorcitos, crecieron muy unidos, conviviendo mucho en su juventud. Nos veíamos seguido en reuniones de amigos, cumpleaños de todos ellos, y en las tradicionales posadas decembrinas en algún lugar remoto, como Cuautla o Acapulco, donde pasábamos unos excelentes días conviviendo como si fuésemos familia en primer grado. Las cascaritas de potrillos vs caballos eran magnánimas hasta que se lesionaba alguno de los grandes (yo insisto en que era cansancio), el partido de tocho era parte esencial de cada reunión (jugábamos tacleado, no las cosas raras de “bandera” modernas), y las piñatas rellenas de caña y mandarina en vez de dulces no podían faltar. Te tenías que cubrir la cabeza cuando se rompía para no descalabrarte con el piñón inmaduro o el pedazo de barro cayendo desde lo alto, pero era parte del chiste.Grandes momentos y recuerdos. Hace unos veintitantos años equinos, uno de los miembros mas grandes de la segunda generación, hijo del susodicho y mencionado Chino, si recuerdo bien, decidió contraer nupcias en el bello Guanajuato, aquella histórica y pintoresca ciudad colonial, llena de historias y leyendas, callejones y túneles y momias. En aquella ocasión, nos reunimos prácticamente todo el clan Chispa por varios días, pues recuerdo que era un puente, y todavía corrían los años en los que los puentes incluían un día laboral no laborado (nota aclaratoria para los Millenials: si el festivo caía en jueves o martes, la ley te permitía no trabajar el viernes o lunes intermedio). Así entonces, llegamos a la ciudad el jueves temprano.
Tuve entonces la oportunidad de conocer la ciudad en compañía del Equino Mayor, mi Señora Madre, y mis equino-hermanos, durante un viernes soleado, callejoneando, escuchando las historias que todavía hoy en día cuentan los merolicos locales por una módica cantidad, y disfrutando de los tiliches y chácharas que se venden a precios variados en cada local comercial de la Avenida Juárez. Conocí entonces, siguiendo la ruta clásica, desde la Alhóndiga hasta el Teatro Juárez.La Alhóndiga de Granaditas. Una espectacular construcción realizada a finales del siglo XVIII, en tiempos del virreinato, empleado en un principio como almacén y comercio de granos (oséase, una alhóndiga) aunque tiene pinta de castillo o fortaleza. Uno de los principales y primeros escenarios de la lucha de independencia de nuestro país, durante el ataque por el ejército insurgente en su interior se refugiaron familias peninsulares y se acuartelaron las tropas realistas. Las tropas, capitaneadas por Hidalgo y Allende, atacaron hasta que fue tomado el edificio el 28 de septiembre de 1810, gracias a un personaje llamado Juan José de los Reyes Martínez Amado, conocido como el Pípila, un minero educado, quien caminó bajo la lluvia de balas cubriéndose la espalda con una losa, hasta llegar al gran portón de madera, e incendiándolo tras una espera de siete minutos bajo el fuego de los rifles reales. Escenario también de una de las grandes injusticias ocultas de la Independencia, pues en su interior, al momento de la toma, fueron masacrados varios cientos de civiles además de las tropas realistas, aunque esa es la historia que casi no se cuenta. En ese mismo edificio fueron colgadas las cabezas de Hidalgo, Aldama, Allende y Jimenez, una en cada esquina, a su muerte, y se quedaron ahí papaloteando entre cuervos y moscas por diez años.
Si se camina por la avenida sur de la Alhóndiga, la Avenida Juárez, hacia el este, no tarda uno en llegar al Mercado, que está justo enfrente del Jardín Reforma, un precioso espacio abierto adornado con un quiosco central, elevado unos metros sobre el nivel de la calle para evitar las frecuentes inundaciones de otrora. Pasando esto, entrando por una estrecha callecita saliente de una Plaza, se puede observar el Callejón del Beso, probablemente uno de los lugares mas visitados de nuestro país. Es una pequeña escalinata de menos de un metro de ancho, topada por un par de balcones, desde los cuales es posible darse un beso sin mayor esfuerzo. De ahí proviene su nombre. Tengan calma, porque seguramente habrá una larga cola para tomarse la foto con su amad@ ahí, ya sea de día o de noche, además de ser un lugar acechado por los románticos para entregar a su amada el anillo de compromiso.
Mas adelante se observa desde un centenar de pasos la Basílica Colegiata de Nuestra Señora de Guanajuato, haciendo frente a la Plaza de la Paz, lugar donde comienza el andador turístico. La Basílica es justamente el lugar en donde se encuentra la placa que nombra a Guanajuato un Patrimonio de la Humanidad desde 1957. Independientemente de la majestuosidad amarilla y roja de sus paredes, este templo cuenta en su interior con la escultura mas antigua llegada a México, ya que se calcula que se esculpió por ahí del año 715, hecha en madera y policromada, mostrando a la Virgen y al Niño. La Basílica es de la primer mitad del Siglo XVII, neoclásica con toques barrocos (espero no equivocarme; si sí, por favor sigan corrigiendo mis conocimientos arquitectónicos en sus comentarios), y es una increíble vista nocturna también.Atrás de la Basílica se encuentra la Universidad. Famosa por sus artes, además de su precioso edificio, es uno de los centros de atención durante el Festival Internacional Cervantino que se celebra cada octubre en la ciudad (por lo menos para los que acuden por el arte; las historias del relajo quedan para otra ocasión). Y si se continúa caminando por el andador Juárez, poco mas adelante se llega al centro de la ciudad, marcado por el Jardín de la Unión, la Iglesia de San Diego y el Teatro Juárez, y que incluye una increíble escultura de Cuevas (Q.E.P.D.) justo entre ambas edificaciones. En una esquina se puede ver el señalamiento que indica el nivel alcanzado por el agua en la inundación del 1° de Julio de |1905, un recordatorio de las peripecias que ha vivido esta ciudad. Letreros como estos se encuentran en varias calles, no solo ahí.
El Teatro Juárez es un maravilloso edificio, increíblemente decorado por dentro (vale mucho la pena entrar si no hay obra ese día), con unos detalles esculturales magníficos por fuera. Y el Jardín de la Unión, además de ser un excelente lugar para descansar del sol rodeado de los árboles, cuenta con una serie de restaurantes o cafeterías muy accesibles en los cuales se puede comer y platicar muy tranquilamente, además de la tradicional y conocida Trattoria de Elena, justo en la esquina, en un segundo piso, desde donde se puede ver en todo su esplendor la plazuela. Me hubiera gustado conocer el Jardín en la época en la que las damas salían a caminar dando vueltas por el Jardín en un sentido mientras los caballeros, solteros y pretendientes, rodeaban el sitio en sentido contrario hasta animarse a dirigirle la palabra a aquella que había sido de su agrado. Los imagino de traje completo, con sombrero, y a ellas, de vestido, formales y emperifolladas como dice mi yeguabuela. Ellas caminando en grupo, entre risas, probablemente con algún chaperón atrás, esperando el romance, y ellos, analizando, observando, queriendo, buscando, con mirada ansiosa.
Atrás del Teatro Juárez está la entrada al funicular que te lleva directamente a la estatua del Pípila, ese personaje que mencionamos antes, a quien se dice que su apodo se debe a que se reía como un guajolote (se les conoce como pípilas en la región), y que por eso tiene una antorcha en su mano. Aclaro esto porque mucha gente pregunta por la piedra en la espalda, que no trae esta estatua. Una vez hasta arriba, se puede – por tan solo diez pesitos – subir por el interior del Pípila hasta su hombro, para divisar la ciudad completa desde lo más alto de los alrededores. Desde ahí se puede observar todos los espacios que les he platicado, y muchos más, pues si se sigue caminando por el andador, se llega a la Casa de Moneda, al Templo de San Francisco, al Museo del Quijote, al Teatro Central, a dos increíbles esculturas de Nierman, y mucho, mucho más. Si les agarra el calor o la lluvia, no se agobien, que existe una cadena de ropa llamada Cuidado con el Perro que tiene de todo un poco y muy, pero muy barato, y parece que les va rebien, porque vi muchas en todo el Estado de Guanajuato. No dudo que pronto llegue a la CDMX para competirle a marcas como Zara, H&M, y esas otras extranjeras de moda fugaz, conocida como Fast Fashion.Y el Museo de las Momias. No apto para niños impresionables ni para cardiácos, pero es impresionante observar a momias reales, completas, con todo y ropa en muchos casos, algunas que datan de hace doscientos años y otras que apenas tienen unos cincuenta, enfrente de ti. Muy recomendable para entender a lo que se enfrentaba El Santo.Pero en fin, me desvié del tema. En aquella ocasión en que se reunió la Chispa con su respectiva descendencia en esta ciudad, recuerdo claramente que el sábado fue el bodorrio.
Según mi atiborrado cerebro, me la pase muy bien ahí. Pero ya entrada la noche, los potrillos mas grandes incitaron al resto de la juventud a migrar a algún barecito de los muchos que hay para continuar la pachanga, y así no abusar de la confianza y presupuesto de los padres (jejeje). Fue así como, siguiendo a los demás, me encontré de repente en el segundo piso de un bar que residía en una construcción que aparentemente había sido una especie de vecindad en sus inicios. Me acuerdo que ahí estaba yo platicando con varios de los grandes (llamémosles Bola, Teco Chico, y Oscarito-mijo, solo para que no los identifiquen), cuando, por alguna razón, uno de mis equino-brothers (del cual no diré el nombre para no quemarlo en sociedad, pero llamémosle Bernie) al calor de las copas, incitó a que escapáramos rumbo a algún otro bar. Así que, en compañía de Bola, Chico y Oscarito-mijo, ambos salimos caminando. Y fue así cuando, de pronto, nos encontramos sentados en una plazuelita, cada quien con una copa en la mano, platicando con Don Benito Juárez (su estatua pues, que está entre el Teatro Juárez y la Basílica), quien por alguna razón también tenía un vaso con alguna bebida embriagante, con la cual por turnos brindábamos nosotros. Uno de mis primeros brindis, influenciado por esa generación de la Chispa. Quisimos invitarlo a seguir con nosotros al bar que creemos todavía él mismo nos recomendó (hay momentos borrosos), pero no quiso. O por lo menos ese fue el pretexto para dejarlo ahí, vigilante, cuidador invaluable de la Avenida que lleva su nombre, y después de una media hora de platica irrelevante, nosotros seguir nuestro camino, en búsqueda de nuestro siguiente vaso… una gran noche, irrepetible.
No les quiero platicar como nos sentíamos la mañana siguiente, cuando, a las doce, estábamos en pleno rayo de sol, junto al Pípila, sudando la gota gorda, deshidratados y desvelados, después de haber subido la montaña a pie por órdenes de nuestros padres (¿dulce, dulce venganza?). Guanajuato siempre estará en mis recuerdos y mi corazón. Por eso es que, este fin de semana, el sábado, después de todos estos años, en compañía ahora de mi Yegua Amada, mis potrillos, mi suegra equina y mi cuñado, tuve la suerte y el honor de saludar de nuevo a Don Benito y al mismísimo Pípila, aunque ahora ya ni brindé con Beno ni me acaloré con el Pípila…
Te invito a seguirme en Facebook y Twitter, y a comentar en esta misma página.